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domingo, 19 de maio de 2013

FRANCISCO E AS NOVAS COMUNIDADES: uma postura evangélica


Cuando la Iglesia no sale de sí misma «se enferma», porque «pretende tener a Jesús dentro de sí y no lo deja salir». 

Permaneciendo «abiertas al Espíritu Santo, que nos lleva adelante para difundir la Palabra de Dios», incluso las nuevas comunidades y movimientos pueden deslindarse de la deriva que puede tranformarlos en grupos autosuficientes, replegados en sus métodos hasta ensordecer y enceguecer ante lo que sucede “fuera”. 


Solo de esta manera se puede vencer la tentación de la «comunidad cerrada, segura de sí misma, la que busca la seguridad colaborando con el poder, en el dinero, y que habla con palabras injuriosas».

A fines de febrero, mientras se encontraba en el aeropuerto de Buenos Aires listo para volar hacia Roma, el cardenal Jorge Mario Bergoglio llamó a Pilar Antelo, responsable del Camino neocatecumenal en Argentina. Se había enterado de que “Pili” y otros responsables del Camino le habían pedido una audiencia. Querían promover en “Baires”, al terminar la Semana Santa, la «gran misión en las plazas» (catecismos, testimonios, cantos para anunciar a Cristo en la ciudad), y querían contar con el apoyo del obispo antes de que se fuera al Cónclave. «Pero claro que sí, hagan, vayan, organicen», les habría dicho a los neocatecumenales el cardenal que pocos días después habría sido elegido nuevo obispo de Roma.

Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio siempre dio mucho espacio a las iniciativas apostólicas propuestas por los movimientos o por las nuevas comunidades que florecieron tras el Concilio. Una acogida pacífica, sin ostentaciones ni presunciones. Todo lo que nace espontáneamente en la Iglesia, para Bergoglio, debe ser acogido, sometido a discernimiento eclesial, defendido  ayudado a crecer, aunque no hubiera sido previsto o no estuviera en el programa. Incluso cuando estas propuestas crean “problemas” o tensiones en los equilibrios cristalizados. Así, todas las secciones de Buenos Aires de las diferentes asociaciones internacionales recibieron muestras de atención y de impulso por parte del arzobispo.

Bergoglio presentó en más de una ocasión los libros de don Giussani ante los miembros de Comunión y Liberación de la metrópolis argentina; ofreció la misa por el sacerdote de Desio qe murió en febrero de 2005. El entonces cardenal de “Baires” celebró liturgias eclesiásticas con la local Comunidad de Sant’Egidio, elogió los textos de Andrea Riccardi y los presentó en encuentros organizados por los “santegidianos”. Recientemente, participó en diferentes encuentros organizados por carismáticos católicos y evangélicos en su ciudad, en donde recibió la imposición de manos de pastores y sacerdotes, por lo que se ganó las críticas de algunos sectores antiecuménicos tradicionalistas. Rezó en la tumba de San Josemaría Escrivá. Participó en la conmemoración de los cincuenta años de presencia Focolar en Argentina. Recitó el “rosario de las rosas” en las parroquias confiadas a los sacerdotes del movimiento de Schöenstatt. Incluso las realidades numéricamente inferiores, como el movimiento argentino “Fundar”, encontraron en Bergoglio un pastor proclive a vivir y hacer crecer diferentes sensibilidades eclesiales.

La dinámica germinal de muchos movimientos y comunidades traduce con diferentes acentos ese «fervor» o esa «valentía» apostólicos que se van imponiendo como palabra clave en la predicación del Papa Francisco. Las experiencias de oración y de caridad comunitarias que han florecido alrededor de las figuras carismáticas de los fundadores siempre han suscitado en Bergoglio una simpatía inmediata. Todas esas personas que, sin detenerse demasiado a pensar, viven y transmiten la «dulce y consoladora alegría del evangelizar» (Pablo VI) y a quienes Bergoglio citó en su discurso ante los cardenales durante las Congregaciones generales antes del Cónclave.

Justamente por este motivo el Papa Francisco parece inmune tanto a los prejuicios anti-movimiento, como a una cierta «ideología movimentista» que se ha ido configurando en los ambientes eclesiales a partir de los años de Wojtyla. La que celebra a los movimientos como «tropas elegidas» de la evangelización y representa al resto del Pueblo de Dios como una masa informe e inherte que debe ser movilizada. Gracias a su experiencia pastoral en las “villas miseria” de Buenos Aires, Bergoglio experimentó durante muchos años que la vida de fe puede volverse a encender en cada parroquia, en cada grupo de oración, en cada familia, en cada actividad ordinaria de apostolado y de oración mediante la gracia y no a través de métodos y prácticas prefabricadas. Reconoció que el sujeto de la aventura cristiana es el bautizado común y corriente que hace relucir los dones de la fe, de la esperanza y de la caridad en la ordinariedad de su vida cotidiana, y no el militante de las minorías organizadas. En muchísimas ocasiones, Bergoglio quedó sorprendido al ver a las multitudes de cristianos conmoverse después de haber percibido en el propio corazón la ternura de Cristo y de María en los santuarios o en la penumbra del confesionario. Para Bergoglio (como repite el documento de Aparecida, redactado bajo su supervisión), toda la pastoral ordinaria debe vivirse «en clave misionera», a partir de la administración del bautismo y de los demás sacramentos.

Se puede aplicar a las trayectorias de muchos de los movimientos y comunidades que surgieron tras el Concilio esa invitación a liberarse de la autoreferencialidad que el Papa Francisco está insistentemente repitiendo a toda la Iglesia: cuando la Iglesia no sale de sí misma «se enferma», porque «pretende tener a Jesús dentro de sí y no lo deja salir». Permaneciendo «abiertas al Espíritu Santo, que nos lleva adelante para difundir la Palabra de Dios», incluso las nuevas comunidades y movimientos pueden deslindarse de la deriva que puede tranformarlos en grupos autosuficientes, replegados en sus métodos hasta ensordecer y enceguecer ante lo que sucede “fuera”. Solo de esta manera se puede vencer la tentación de la «comunidad cerrada, segura de sí misma, la que busca la seguridad colaborando con el poder, en el dinero, y que habla con palabras injuriosas».

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