No disminuye el entusiasmo popular por el Papa Francisco. Hoy, la multitud que estaba en la Plaza San Pedro llegó incluso a la antigua Plaza San Pío XI. Como ya se ha convertido en una costumbre, Jorge Mario Bergoglio besó a muchos bebés y llevó a cabo el ya también tradicional “vals de los solideos”.
La Radio Vaticana informó que en su catequesis del miércoles 24 de abril, ante más de 80 mil peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Obispo de Roma reflexionó sobre tres textos del Evangelio que ayudan a entrar en el misterio de una de las verdades que se profesan en el Credo: que Jesús «de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos».
En este marco Francisco expresó que el tiempo de la espera, es el tiempo que Jesús otorga antes de su venida final.Hablando a los jóvenes les dijo: «¡No entierren sus talentos! La vida no se tiene para guardarla para uno mismo, se tiene para entregarla». Afirmó que «en la parábola del juicio final, se describe la segunda venida del Señor y se advierte que seremos juzgados en la caridad, según lo que hemos amado a los demás, especialmente a los más necesitados», y que «lo que se pide es estar preparados para el encuentro, que significa saber ver los signos de su presencia, tener viva la fe con la oración y con los sacramentos; se trata de ser vigilantes para no dormirnos, para no olvidarnos de Dios». Invitó a todos «a vivir este tiempo presente que Dios nos ofrece con misericordia y paciencia, para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres».
El ministerio y la estructura de la Iglesia
Mientras tanto, el Papa Francisco volvió a hablar sobre la esencia profunda de la Iglesia y su ministerio espiritual durante la misa de hoy por la mañana en la Domus Santa Marta. «Una comunidad cristiana que crece y multiplica a sus discípulos es una cosa buena pero que nos impulsa a hacer pactos para tener más socios en esta empresa», «la Iglesia –explicó en su homilía matutina el Papa– crece desde abajo, lentamente». De hecho, recordó, «la vía que Jesús quiso para su Iglesia es otra: la vía de las dificultades, la vía de la Cruz, la vía de las persecuciones».
Según Bergoglio, «esto nos hace pensar: “¿qué es esta Iglesia? Esta nuestra Iglesia, porque parece que no es una empresa humana”. La Iglesia, dehecho, es otra cosa: no son los discípulos los que constituyen la Iglesia, ellos son enviados, enviados de Jesús. Y Cristo es enviado del Padre.
«Y entonces, se percibe que la Iglesia comienza allí, en el corazón del Padre, que tuvo esta idea». Es más, añadió Francisco, «no sé si haya tenido una idea: el Padre tuvo amor. Y comenzó esta historia de amor, esta historia de amor tan larga en los tiempos que todavía no ha terminado». «Nosotros, hombres y mujeres de Iglesia, estamos en medio de una historia de amor: cada uno de nosotros es un anillo en esta cadena de amor. Y si no entendemos esto, no entendemos nada sobre qué es la Iglesia». Pero, se preguntó el Pontífice, «¿cómo crece la Iglesia? Jesús lo dijo con sencillez: como la smeilla de la mostaza, como la levadura en la harina, sin ruido».
«Y cuando la Iglesia quiere enorgullecerse de su cantidad y crea organizaciones, crea oficinas y se hace un poco burocrática, la Iglesia pierde su substancia principal y corre el peligro de transformarse en una Ong. Y la Iglesia no es una Ong. Es una historia de amor… Pero existen los del Ior… disculpen… pero, todo es necesario, las oficinas son necesarias. Pero son necesarios hasta un cierto punto: como apoyo para esta historia de amor. Pero, cuando la organización toma el primer sitio, el amor se acaba y la Iglesia, pobrecita, se convierte en una Ong. Esta no es la vía».
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